Memo amarra su velero todos los días al terminar su jornada laboral para que no se lo lleve el viento. Un pequeño, pero cómodo, velero llamado “7 nanos”, al que no piensa cambiarle jamás de nombre porque los señores de los mares saben que hacerlo, sería de mala suerte. Puede ser que el respeto a esta regla le haya dado, hasta ahora, la suerte de vivir en su velero sobre la playa más hermosa del mundo: Punta Maroma, en Quintana Roo, de la que ya les he platicado en mis anteriores piensos.
La mañana del domingo 7 de junio, mis hermanas y yo nos levantamos temprano para ir a conquistar un pequeño, solitario y gris faro que se encuentra camino a Punta Maroma, a un costado del hotel donde nos quedamos, quizá entre 8 o 10 minutos caminando sobre la arena blanca que caracteriza
Con un par de toallas, una sombrilla, nuestro inseparable bloqueador solar y la esperanza de encontrar un paraíso nos lanzamos a la punta. Mientras nos dirigíamos al sitio indicado, se cerró el cielo. Un ejército de nubes grises se vino hacia nosotros y abrazó el sol que antes nos acariciaba. Por un momento creímos que se frustrarían los planes, sin embargo no ocurrió. Una ligera lluvia de verano, característica de la zona manglar, empezó a cubrirnos el cuerpo mientras nadábamos en las cristalinas y cálidas aguas de Punta Maroma. Nada podía ser más hermoso en ese momento. Disfrutamos unos minutos de ser acariciadas por el agua salada y transparente del Mar Caribe y por las gotas dulces que el cielo nos regalaba, mientras a mi madre, la idea de estar mojándose y de que el viento le llenara de arena sus ojos, no le parecía muy chistosa. Entonces decidió regresar al hotel acompañada de mi hermana Edy que acababa se ser sorprendida por la “luna de cada
Yadira y yo nos quedamos en ese paraíso. Una vez que nadamos y fuimos felices hasta el cansancio decidimos caminar rumbo a Tres Ríos, el lugar que les contaba en mi pienso anterior, que está a 5 minutos más caminando sobre la paradisíaca playa, con dirección a Playa Del Carmen. Esta zona está entre Punta Maroma y Punta Bete las más cotizadas por los visitantes y por los residentes.
Mientras dejábamos que tan solo la dirección de la playa nos guiara hacia ese sitio, observamos un pequeño velero que estaba enganchado a la orilla, como a
De donde estábamos se divisaba un pequeño muelle, ese fue nuestro siguiente objetivo. La lluvia ya había parado y empezamos a caminar mientras Yadira, como Mafafa Musguito, no perdía una sola oportunidad de tomar fotos. Sabía que estaba en una playa virgen y sería muy difícil volver a pisar el paraíso… No había ni un alma. De nuestro lado izquierdo solo nos acompañaba el mar caribe con sus diversos tonos en azul turquesa. Del lado derecho la riqueza verde del Manglar. Llegamos al pequeño muelle y estaba una construcción de considerable tamaño, y de muy mal gusto, que asemejaba ser una especie de narco-castillo en decadencia con tintes de supremacía romana en tonos estilo “Camino Real”… ¡Vaya basura! Ni siquiera quisimos tomarle foto, para qué… era un insulto frente al paraíso…
Del muelle nos devolvimos. Decidimos emprender el camino de regreso al hotel y justo cuando faltaban 20 minutos para las once volvimos a pasar frente al pequeño velero que ofrecía viajes de expedición rumbo a los arrecifes más cercanos. En esta ocasión, la cabeza que anteriormente nos había parecido que solo flotaba junto a su nave, tenía cuerpo, pies y manos, también tenía ojos y… nombre, se llamaba Memo.
Bautizado por nosotros como El Pirata Memo, caminó hacia donde estábamos y nos preguntó:
-¿Qué les parece un inspirador paseo en velero o una majestuosa visita al arrecife mas cercano? ¡Quien quite y nos encontremos a Nemo!
Nos pareció una idea genial sólo que, en el momento, no llevábamos dinero y además estaba cerca la hora de entregar el hotel. Memo, el Pirata, sugirió hacer el recorrido en menos tiempo para que no perdiéramos la oportunidad de snorkelear sobre la playa más hermosa del mundo… Mientras, nos platicaba la experiencia de velerear por ya casi treinta años y de tener seis viviendo ahí, en su “7 nanos”, con el permiso de hacerlo sin problema en ese lugar, por haberle salvado la vida a un magnate hotelero dueño de uno de tantos cinco estrellas de la zona.
Al escucharlo, sabía que era verdad. Ni Yadira ni yo sabíamos cuando podría repetirse la experiencia, tal como es en la vida, o lo decides en el momento –según te indican las hormigas en la panza- o te quedas con la insatisfacción del What If….
Me enfoqué en el Sí y le dije: -¿Que hago?-
Memo me sugirió correr sobre la playa de regreso y pedirle al hotel por lo menos una hora más para la entrega. Le dije, voy por el dinero y por mi hermana Edy. El me dijo, corre y no olvides traer una botella de agua.
Le dije a Yadira que me esperara ahí, faltaban quince para las once, así que ¡a correr…! ¡sin parar!, el reloj estaba en nuestra contra.
Corrí con la firme idea en mi cabeza de vivir una experiencia única, de esas que te indican que ya estas listo para dejar este mundo, corrí, corrí y corrí. La adrenalina no me permitió agotarme. Llegue a la playa del hotel y ahí estaba Edy y mi mamá. Les conté, en treinta segundos, la historia del Pirata Memo, y les dije: ¡vámonos!
Mi madre, a sus 70, no es muy amante de las emociones fuertes, así que nos dijo: Vayan ustedes. Edy se levantó en madriza y se fue rumbo al velero. Yo corrí al cuarto para hablar a recepción y pedir una hora más…
-¿Recepción en que puedo servirle?
-Señorita, tengo que entregar el hotel a las doce, pero me acabo de encontrar a un pirata que, en su velero de ensueño, nos va a llevar a ¡buscar a Nemo!...
-Ajá, y?
-¿Podría entregarte el cuarto a la una?
Me advirtió que si me pasaba de la una, me haría un cargo. ¡Bah!. Yo pensé regresar a la hora que fuera, total, velerear en el Caribe con mis hermanas no tendría precio, para todo lo demás existiría… una American Express…
Salí corriendo del cuarto sabiendo que ya estaban listas dos de mis encomiendas: una era mi hermana, la otra era negociar con el hotel, y la última… ¡La botella de agua! ¿De dónde demonios sacaría una? No había tiempo. Dejé el cuarto y frente a mi puerta estaba el cuarto de servicio de las mucamas, en el carrito de limpieza, había una caja de botellas de agua lista para que me robara una: lo hice.
Estaba con Memo y mis hermanas a las 11 en punto. El Pirata Memo nos dijo: o están de suerte, o hay alguien que vela por ustedes… -pensamos en Dios y en mi mamá que es rete´buena intercesora- y le dijimos sí… sin duda. Entonces nos empezó a platicar lo que había pasado en nuestra ausencia. Memo nos dijo que cuando salí corriendo, el viento dejó de soplar… en ese momento el pensó, ¿y ahora, cómo le hago? ¿¿¿Qué les voy a decir cuando regresen??? ¡Es un velero! ¿No viento? ¡No paseo!
Cuando Edy se dio cuenta que había que nadar hacia el velero, dudó… “La luna de cada
-¿No es natural?
-Sí –respondió ella-
-A mi no me importa, y ¿a ti? –dijo Memo-
-A mi… ¡me vale madres!
Nos hicimos a la mar impresionadas por la estela transparente que dejábamos a nuestro paso. Moríamos por echarnos desde el velero, así, sin chaleco, sin temor y sin prisa. Un mar así tan cristalino como ése, solo te llama a sumergirte y a perderte entre sus azules… se trataba de sentirlo con el cuerpo y con el alma, no solo de observar…
Memo, bajó la vela y soltó el ancla. Nos dio algunas indicaciones básicas y nos dijo: ¿Quién salta primero? Obvio, saltó a la que todo le vale madre…
La seguí yo, después Yadira y al último El Pirata Memo. Nadamos hacia el arrecife, y al minuto ya teníamos un cardumen de colores tropicales: amarillo, naranja, azul añil, café con rojo, morados… Unos alargados, otros más redondos. Unos diminutos, otros un poco más grandes. Rocas, conchas, caracoles, motores de barcos viejos, cadenas, plantas submarinas, corales, vida…
El regreso fue agotador y relajante. La prisa por lograrlo y la experiencia vivida nos había dejado exhaustas… faltaban quince para la una. Tenía de dos… o corría, o me cargaban un día más de hotel sin usarlo. Corrí con las pocas fuerzas que me quedaban. El cuarto se entregó a la una, mis hermanas vivieron la mejor experiencia de su vida en el mar, mi madre nos recibió feliz segura de que todo había salido como lo esperábamos y el Pirata Memo volvió a amarrar el “7 nanos” a la orilla… mientras aguarda ansioso el cruce de otro turista que le permita saber que vivir en Punta Maroma si tiene un propósito…
NO CABE DUDA QUE LE SABES METER ESTILO A LO ESCRIBES FRANCO, JEJE ME GUSTÓ ESO DE "LLAMAR A LOS TIBURONES". LA VERDAD TE TENGO INVIDIA DE LA BUENA X TODOS LOS MARAVILLOSOS LUGARES QUE VISITASTE. DEBIÓ HABER SIDO UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE Y OBVIO CON GANAS DE VOLVER ALGUN DÍA NO? ESO SIN DUDA. GRACIAS POR DEJARNOS ENTRAR UN POCO SUS VIDAS, YO TE LO AGRADEZCO PORQUE AHORA YO YA LOS HE VUELTO PARTE DE LA MIA. POR FAVOR NO DEJEN DE ESCRIBIR, EL DIA QUE LO HAGAN QUIEN SABE QUE COSAS PODRIAN PASAR.
ResponderEliminarQUE ESTES BIEN, HASTA PRONTO
ATTE. OSCAR
Franco Hermosa...
ResponderEliminarQue chingona novela escribiste, de verdad que me clave y me la chute toda en un segundo; hasta me quede picado...
SI ALGUNA VES EN TU VIDA CONSIDERAS ESCRIBIR UN LIBRO O NOVELA . "YO TE LA COMPRO"
Que buenas vacaciones...
Att: El Sanjuanico
A regresar a la triste realidad :(
ResponderEliminar...hasta que se nos hizo verte en bikini, gracias por la postal. te veo luego.
ResponderEliminar...con el cariño de siempre.