miércoles, 6 de abril de 2011

Recreyendo: una propuesta útil en el proceso de convertirnos en seres humanos más libres y con un poder de significación mucho más amplio.

Por Claudia Franco

Durante mucho tiempo hemos creído, con toda certeza, que la escuela es la única responsable de la formación integral de los niños. Los padres de familia llevan a sus hijos a la escuela todas las mañanas y, de manera automatizada e inconsciente, lo hacen a prisa, corriendo, estresados, poco tolerantes con los demás coches, etc. para que ahí reciban mucho de lo que ellos quisieran darles: paciencia, calma, control, armonía, tolerancia con los demás coches…etc. Los padres dirán ¡Claro que le digo a mi hijo que sea amable y paciente! ¡También le digo que se mantenga en armonía y que no grite! Sin embargo hemos olvidado que no hace falta “decirle” nada a los niños. Ellos lo ven. Ellos aprenden imitando y ahí está el verdadero aprendizaje.

Los niños aprenden en casa y son instruidos en la escuela.

La escuela sólo los instruye. Su primera responsabilidad es enseñarles cuánto es, dos más dos.Y entonces, ¿Quién nos enseña qué es una emoción? ¿Quién nos enseña que podemos conseguir las cosas sin pelear? ¿Quién nos enseña qué es pensar y el arte de hacernos preguntas correctas? ¿Quién nos enseña a afirmar con fé? ¿Quién nos enseña que siempre podemos ayudar a los demás? ¿Quién nos enseña que somos bellos como somos?

La Escuela está convertida en refugio de pequeños con grandes vacíos de valores. La importancia de compartir herramientas para convertirnos en mejores seres humanos y ser libres de significar y libres de construir nuestra felicidad, cada día, queda más alejada de la realidad. La escuela mexicana, con salones de cuarenta y cinco alumnos por grado y sin la capacitación y entrenamiento de los maestros en el área del ser, ha claudicado, desde hace mucho tiempo, de su aportación formativa. Cómo regresar a un sistema que enseñe a los niños a pensar, significar, decidir, valorar…. ¿Cómo? Debe haber un esfuerzo prioritario por ayudar y guiar a los niños a adquirir cualidades de su personalidad que sean favorables dentro de su desarrollo integral humano, sobre todo aquéllas que tienen que ver con el uso responsable de la libertad. Ayudar en el proceso de crecer, que los niños puedan aprender a interpretar favorablemente la realidad, nombrarla con palabras ricas en significados poderosos y usar la libertad consciente para hacer elecciones que les permitan vivir más felices.

Los valores, lo que creemos acerca de, orientan nuestras acciones, forman actitudes y moldean nuestros sentimientos. ¿Y si educamos con valores y creencias poderosas?

Educar con amor, enseñar a pedir las cosas con amor, enseñar a compartir con amor, hace a los niños sentirse fuertes, seguros, conscientes y libres. De ahí la importancia de educar y acompañar desde el momento mismo de su nacimiento con una verdadera oferta de valores que les permita:

-Pensar

-Significar poderosamente

-Amar y amarse incondicionalmente

-Analizar situaciones y vibrar en las soluciones

-Tener metas a corto, mediano y largo plazo, así como poner los medios que los llevarán a lograr metas concretas.

La sociedad necesita revalorar las virtudes y las creencias humanas. Ojalá cada familia sea un oasis de paz, un conjunto de intimidad, un lugar para crecer íntegramente con raíces emotivas, un lugar donde no haga falta “decir” lo que “correctamente se debe hacer” sino un lugar donde “no haga falta decir nada” un lugar donde aprendamos modelando, donde lo único que hable sea el ejemplo.

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